jueves, 16 de febrero de 2012

A los pies de la ciudad de las luces.

-No debería estar aquí -susurró temblando. Se dispuso a dar la vuelta pero notó como la agarraban de la mano.
-No te vayas.
-No puedo, yo...

Y antes que acabara la frase, sintió sus labios encima de su piel. Intentó refrenar la ola de sentimientos que subía por todo su cuerpo, intentó que el corazón no se le disparará como un loco, e intentó que su pierna dejara de temblar ligeramente, pero no lo consiguió. Un huracán que empezaba en sus pies y terminaba en la punta de los dedos se estaba adueñando de ella y de forma inconsciente, se dejó llevar. Sin saber como, se estaban besando a los pies de la ciudad de las luces... Tantas veces había soñado con ello y solo en ese momento supo que era así, solo entonces se dio cuenta de que llevaba quizás siglos esperando ese momento, que ahora estaba pasando y ella no podía ni sentir el suelo debajo suyo. Aún así, y a pesar de saber que realmente era el amor de su vida, esa persona que llevaba amando desde el primer momento en que se cruzaron las miradas, esa persona que le había martirizado noches y noches con su sonrisa, ahora, sólo era otra persona más de entre aquellas que habían marcado su corazón. Aunque sabía que se arrepentiría, un torrente de dudas afloró en su cuerpo y no pudo más que deshacerse de su abrazo.

Un abrazo que hubiera durado siglos, pero sin embargo, ella tuvo que salir corriendo. Y en cada paso que daba, más se arrepentía de su decisión, menos se sacaba de su cabeza aquella mirada acercándose a la suya y más claro tenía que no podía dejar todo aquello atrás. Pero ahora no podía. Ahora no.

Porque ahora, sabía que estaba completamente enamorada de las dos personas más importantes de su vida. Y como en estos casos, ni bajo las piedras hubiera encontrado la fuerza para poder elegir.