martes, 29 de diciembre de 2015

Cuesta ponerle un título a las palabras más sinceras

Enero amanecerá sin ti. A veces me sorprende la frialdad con la que pienso en ello. En que no vas a estar aquí para atragantarte con las doce uvas, o en que no vas a volver a emborracharte ni a decirme que tienes alguna de tus historias que contarme. Pero es que si no me tomara esta distancia, se me rompería el corazón cada vez que pensara en ti. Es irónico que la mayor parte de las cosas que me has enseñado las he aprendido ahora que ya no estás aquí. Tú, que siempre decías que me admirabas, te sorprenderías de saber lo mucho que me has cambiado. Aún no entiendo el vacío que has dejado en todas las cosas que dejaste a medias, y en todas las que aún no habías podido empezar, y hablo en serio cuando te digo que por más que pasen los días, no me creo que no volverás. Todos hablamos de ti como si aún estuvieras aquí, y lo hacemos con una sonrisa en la cara para disimular que, de repente, nos brillan los ojos y nos tiembla la voz. Me da un vuelco el corazón cada vez que tengo que pronunciar tu nombre, y se me anuda la garganta cuando veo una foto tuya. A veces por accidente, a veces para que no se me olvide el color de tus ojos, ni el de tu sonrisa.

Mi vida no ha vuelto a ser la misma desde esa mañana, y jamás podré olvidar el segundo exacto en el que cambió todo. Que desperté siendo una y me acosté siendo una extraña en mi propia cama. Parecía que lo estuviera viendo todo desde el espacio, las cosas se movían a cámara lenta, y yo intentaba agarrarme a la realidad que conocía de una manera desesperada, intentando obviar lo inevitable: que todo se estaba desmoronando y jamás volvería. Todo lo que pensaba que sabía sobre la vida se fue con la tuya.

Y ahora me encuentro aquí escribiendo estas palabras como si esta historia no fuera la mía. Como si fuera otra persona la que hubiera tenido que pasar por todo esto, porque en mi cabeza, estas cosas no pasan. Sabes que sucede, pero no a ti. Y ahora el mundo se está desmoronando y todo empezó contigo, que me arrancaste los parámetros de golpe, de cuajo, igual que el corazón esa mañana de Diciembre, y sé que una parte de él te la llevaste contigo.

Tengo miedo, amiga, tengo mucho miedo. Me cuesta admitirlo, pero no hace falta que te lo explique porque ahora que no estás conmigo es cuando siento que más estás a mi lado. Que puedes observarme desde un cielo en el que nunca he creído y que sabes lo que estoy pensando. Y también sabes que no puedo ni siquiera escribirlo así que confío en que esto te baste para acabar de comprenderlo. Tengo un miedo terrible porque he aprendido que las cosas malas sí suceden. Y que no te avisan. Y que te cambian todo lo que conocías en un puto segundo. Que son inevitables. Que tienen una fuerza superior a cualquier otra. Que te sacuden y luego te dicen "y ahora vuelve a tu casa, y mañana te levantas, desayunas, y sales a la calle porque el tiempo no va a pararse por más que lo desees". Y que yo no quiero. Y hasta ahora, aún sabiéndolo, nunca lo había entendido.


Hay tsunamis que arrasan con todo, con cosas que no pueden explicarse con palabras. Hay tsunamis que arrasan contigo. Y dime cuanto tiempo tendrá que esperar esta ciudad para reconstruirse, si los muros sobre los que se sostenían han sido derribados. No hay nada peor que sentir que el miedo te tiene atrapada en un sitio desconocido. No hay nada peor que no saber ni donde ni hasta cuándo.

martes, 1 de diciembre de 2015

Universos

Para qué necesito el Sol si el planeta en el que vivo sólo gira entorno a ti. Pertenezco a un sistema situado entre tus sábanas, y sé que hay estrellas porque las veo cada vez que te tengo entre las manos. Si tú y yo chocamos en el espacio, eso sí que fue explosión y no el big bang. Ni la fuerza de la gravedad me habría arrastrado hasta el suelo, pero para qué querría el cielo si a ti ya te tengo aquí. Para qué buscar tan lejos la luz de las estrellas cuando tú estás en la Tierra, no se me ocurre mejor paraíso que escondida entre tus piernas. Y es que a veces tú sonríes y también sabes a nubes, y otras a lluvia y a tormenta. Pero si tú eres la tormenta que no llegue nunca la calma, y que espere en blanco y negro el arco iris a que acabes de besarme. Y que amor sea también mirarte, porque sonríes y hasta el aire se queda sin oxígeno... y yo sin aliento, como si en una carcajada hubieras sido capaz de deshincharme por dentro. Que la magia existe y lo sé cuando tú ríes, y parece música lo que antes sonaba a ruido. Y esto, amor, es incluso más grande que la fuerza de cualquier meteorito, y si el universo es infinito, quiero un universo contigo.