jueves, 20 de diciembre de 2012

Impulsos.

Es cómo ir corriendo contra un muro y no poder parar.
Y piensas que tienes que hacerlo, que si no paras al final lo único que vas a hacer es chocar de cara contra él, pero aún así algo dentro de ti sabe que es inevitable que lo hagas. Hay una fuerza imparable que nace desde dentro de ti y impide que tus músculos reaccionen cuando sabes que lo que tienes que hacer es tirarte al suelo antes de seguir avanzando. Porque a medida que el camino se hace más largo, el dolor del golpe también se hace directamente proporcional.
Eso es lo que me pasa, que estoy harta de escucharme a mi misma repetir 50 veces en mi cabeza que ya lo sabía, que ya me lo advertí, que ya me avisé a mi misma de que no debía correr, de que no debía avanzar y sin embargo llega un punto en el que algo, algo incapaz de explicar y mucho menos aún de entender, hace que seas incapaz de seguir a tu cabeza y reacciones de manera irracional.
En la irracionalidad, en verdad, se encuentra todo secreto de la felicidad pero aun así lo que nos estamos planteando constantemente es encontrarla, es encontrar razones, motivos, argumentos que nos ayuden a entender cómo y porqué hacemos las cosas. Quizás la única verdad es que no existen motivos y que simplemente somos seres guiados por impulsos a los que debemos obedecer para ir construyendo nuestra propia historia.
Pero hay veces que eso mismo asusta, hay veces que una se ve al lado del precipicio y no sabe, no puede saber, si tirarse a él le hará más daño que quedarse al borde.
Hay veces que ni las cosas más simples tienen explicación.

domingo, 16 de diciembre de 2012

...

"- ¿Te puedo pedir una cosa?
- Sí, dime
- No te acostumbres a mí.
- ¿Cómo?
- Que no te acostumbres a mí, ni a mi risa, ni a mi hiperactividad matutina, ni a mis sonrisas en esos momentos, ni a mis besos, ni a mi olor. No te acostumbres a que te ayude con los deberes, ni que hablemos de tus problemas, ni a que te escuche con atención. No te acostumbres a como te miro o te dejo de mirar, no te acostumbres a mis mejillas rojas como un tomate cuando te ríes de mí, ni te acostumbres a mi rabia, ni a reírte de las cosas que digo. No te acostumbres en serio.
- ¿Y eso a que viene?
- A nada, simplemente algún día me cansaré, me iré y echarás de menos a esas cosas si estás acostumbrado y me odiarás, por todo el tiempo que invertí contigo para luego partir... Y te odiarás por no haberme dicho todas las cosas que algún día quisiste decirme y pensabas que tenias tiempo para explicarme."