viernes, 21 de noviembre de 2014

El asalto definitivo

Hoy he vuelto a soñar contigo, y me he asustado de mí misma.
Me asusta recordarlo todo tan nítidamente. Me asusta recordar cada detalle, como la mancha marrón de tu ojo izquierdo, o la manera en la que te caía el pelo, o la forma en la que escribías. Cómo se ajustaban tus brazos cuando andabas detrás de mi, y cómo sonreías cuando sabías que en ese momento era más tuya de lo que había sido de nadie nunca.
Te gustaba que te eligiera a ti, y yo siempre acababa haciéndolo porque parece que mi cuerpo se haya quedado atascado en tu magnetismo, y por más que lo intente, siempre encuentra una manera de llegar hacia ti. Que nos reencontremos entre calles sin nombre, que nos encontremos entre masas de gente, que acabe colgada a tu brazo sin saber qué clase de fuerza sobrenatural me ha llevado hasta allí.
Recuerdo las miradas de la gente, recuerdo sentirme culpable en cada una de ellas. Mirándome a los ojos como si fueran parte de mi consciencia, recordándome que no debería estar allí, recordándome que me vaya, que huya corriendo antes de que vuelvas a romperme el corazón.
Y yo, recuerdo girar la cabeza y sacudirlas, como siempre, haciendo caso omiso de lo que debo hacer para acabar haciendo lo que me da la gana, como siempre. Y así acabamos, Elena.

Pero sigo pensando si no valió la pena. Si me da igual, me da igual el dolor si conseguí sentirme viva cada puto segundo que pasé a tu lado. Recuerdo mirar a mi alrededor, envuelta en tu abrazo y pensar, ¿es esto lo que se siente cuando vuelves a la superfície después de tanto tiempo? ¿Es esto lo que se siente al volver a respirar? Y sí, era eso. Y aunque ni siquiera lo estaba viviendo, lo viví. Y eso fue lo peor. Ese fue el asalto definitivo.
Pensar si seguiría ahogándome el resto de mi vida, sin ti.
Pensar que ya no pensabas en mí.
Y sentir ese vacío en el lado izquierdo del pecho al que ya no estaba acostumbrada.

Son sueños, digo. Qué más da.
Pero cómo van a ser sueños si lo recuerdo todo perfectamente. Quizás estamos viviendo una vida paralela donde tú y yo no nos hemos separado. O quizás, me reúno contigo por las noches para que alguna parte hija de puta de mi subconsciente me torture con tu sonrisa, para que sepa que, pese a todo lo que ha venido después, cada milésima de segundo valió la pena.

Y que, pese a todo lo que ha venido después, seguiría eligiendo el camino equivocado en cada bifurcación si éste me llevara a ti.