Sería injusto no escribir
sobre tu sonrisa. Es por eso que me encuentro aquí, frente a esta hoja en
blanco, intentando describir la manera en la que se me eriza la piel cuando
pasas por mi lado.
El color del océano se
vuelve ridículo cuando te da el sol en los ojos, y parece que un universo
infinito se haya concentrado en ese espacio tan pequeño. A veces me asusta
incluso mirarte, como si al entretenerme dos segundos más de la cuenta fuera a
descubrir todas aquellas pequeñas cosas que guardas dentro. O como si tú fueras
a ver en mí todo aquello que no quiero que sepas.
No sabes cuántas veces te
miro a escondidas, o espero de reojo a que mires hacia mi lado para buscarte la
sonrisa casualmente. Como si los encuentros furtivos de nuestras miradas no
estuvieran planeados. Como si no me pasara las noches en vela pensando en cómo
sería pasarlas a tu lado.
Recuerdo con toda claridad
el momento exacto en que te vi por primera vez, justo el mismo en que supe que
eras tú. Que nunca serías para mí pero que, a partir de ese momento, me iba a
costar mirar a nadie más con los mismos ojos. Qué difícil ha sido conocerte,
para darme cuenta de que hay perfecciones mucho más abrumadoras que cualquiera
de los cánones de belleza conocidos y por conocer. Lo sencillo que resulta devolverte la sonrisa, y lo
bonita que suena tu voz cuando te quejas medio dormida. Creo que desde ese primer encuentro te he
estado echando de menos casi diariamente, como si el saber que existes mortificara
la realidad de saber que, en realidad, jamás vas a ser mía.
Es por eso que me parecía
que no escribir sobre ti era casi intolerable. Que musas como tú ocurren una
vez en la vida. Y a veces, de esta manera. Efímeras. Inalcanzables. Como si
vinieran enviadas de alguna especie de cielo para recordar a los mortales que hay
algunos ángeles que sí tienen sexo, y talento, y una infinidad de cosas más que
podría decir de ti.
Seguiré mirándote cuando
no te des cuenta, y buscando excusas tontas para hablar contigo, preguntándome
si algún día volveré a coincidir en esta vida con alguien tan especial como tú.
Y si te encuentro en otra gente, en otra persona, y sepa que vuelves a ser tú (aunque no te llames igual ni tengas el mismo color de pelo, ni la misma magia
en los ojos), si entonces será el momento y el lugar para no dejarte escapar.