No te quiero.
No puedo quererte.
Ni ahora, ni mañana, ni la semana que viene.
Hace tiempo que he dejado de saber cómo se hace eso, cómo empiezas a imaginarte con otra persona en el sofá, cómo empiezas a mirar en otros ojos deseando no salir nunca de allí, cómo empiezas a sonreír cuando alguien te manda un mensaje... Y te muerdes el labio en el metro para que no piensen que ahí va otra tonta enamorada.
Perdona que haya perdido la capacidad de volverme a enamorar. Ni siquiera yo sé como lo hice.
Quizás me la dejé en un colchón, en un hotel de montaña, mientras ella miraba por la ventana y la nieve se reflejaba en sus ojos, y yo me reflejaba en su sonrisa, y no me hacía falta decir nada porque ya lo tenía todo. Quizás la olvidé entre sus abrazos, o en uno de los trenes infinitos donde arañaba el cristal de las ventanas para avanzar más rápido, y volver a verla en la estación. Y no corría hacia allí porque en realidad siempre he sido más tímida que nadie, pero me moría de ganas de besarla cada vez que me la imaginaba apoyada en esa pared. Quizás se me olvidó en alguno de esos trenes, o en el andén donde nos vimos por última vez, mezclada entre mis lágrimas y sus palabras. O seguramente se la llevó consigo, lejos, fuera de mi alcance, y la escondió para que cada noche yo viajara hasta allí a perderme entre sus labios.
Quiero que sepas algo, yo también me quedé allí. También se me llevó a mí. Me quedaron pedazos, me quedé a la mitad. Y medio corazón no puede latir, y menos este, que está estropeado de tantos parches.
Así que ya sabes, te estoy hablando y ni siquiera estoy pensando en ti, y si me besaras, tampoco te estaría intentando besar a ti.
Huye de aquí, yo no puedo querer.
A mi me marcó el destino y me quede así, viviendo a medias. Y quizás algun día se le escapan todas las cosas que se llevó, para que vuelvan a mi y yo vuelva a dormirme pensando en alguien. Y vuelva a sonreír y a tener esas ganas locas de volverme irracional.
Pero tú no lo entiendes porque no la has visto sonreír, ni la has visto despertar, ni la has visto querer, ni la has querido como jamás volverás a querer a nadie. Y no pretendo que lo entiendas, de hecho, ni siquiera quiero que lo hagas. Son mis recuerdos más íntimos, están guardados bajo llave en algún sitio, su vulnerabilidad y su gracia, la forma en la que me hacía reír y también llorar, todos los recuerdos que se escaparon dispersos para clavarme un nudo en el estómago al volver a ellos.
Yo ya no soy yo porque quise imaginarme de más, porque quise entregarle más de lo que podía soportar perder. Así que me he quedado sin nada y tú no tienes todo lo que me falta.
Eso se lo quedó ella... y ni siquiera yo sé cuando lo volveré a encontrar.