martes, 29 de octubre de 2013

Aquí, ahora.

No sé qué me pasa pero me estoy ahogando. Me he agobiado como hacía años que no lo hacía y casi no puedo respirar. Me he bloqueado. Y necesito que estés aquí porque no puedo dejar de andar de un lado a otro y de temblar, y no puedo quitarme estos nervios de encima de ninguna manera.
Y pienso en ti porque eres la única persona en el mundo que puede ayudarme ahora mismo, porque recuerdo cuando era pequeña y eras lo único que me hacía feliz, eras la única cosa que le daba sentido a mi vida. Recuerdo cuando yo no era yo, cuando antes no era ahora y tú seguías estando siempre, siempre, siempre presente. Ahí, allí, en mi. Te quiero como quiero a pocas personas en esta vida, y te necesito como apenas no necesito a nadie. Eres lo que me da fuerza tantas y tantas veces. Y ni siquiera yo lo entiendo pero ahora mismo daría lo que fuera, lo que fuese por verte aquí a mi lado. Por tenerte como siempre, para que me abrazaras y me sacaras la sonrisa, para que calmaras mis latidos y mis pulsaciones, para que se me olvidara todo. No sé qué me pasa pero necesito verte, y estás tan lejos que me duele, que me jode no sabes cuánto no tenerte conmigo hoy. Y pienso que si no me das esa fuerza que sólo tú sabes darme me voy a volver loca, porque te echo de menos infinitamente...
Joder, vuelve ya. Necesito volverte a abrazar.

jueves, 3 de octubre de 2013

"No puedo dormir si sé que aún sueñas conmigo"

Lo he vuelto a hacer. Joder, perdóname. Me pediste que te olvidara y ni en esto soy capaz de hacerte caso. Hoy he vuelto a pasar enfrente de tu casa. Te juro que no quería, pero de repente me he encontrado parada en un semáforo y al desviar la vista hacia la acera me he dado cuenta de que ése era tu portal. El portal de los besos, las despedidas, los "hasta mañana", los "¿te apetece una copita más?". El primer sitio donde te miré a los ojos y te descubrí por primera vez... Porque era tan tonta que nunca antes me había fijado que cuando sonríes se te forman esos hoyuelos en la mejilla que tanto me gustan, y que cuando me miras te brillan los ojos. Me acuerdo tan bien de esa noche... Acabábamos de recorrer Madrid por tercera vez cuando te diste cuenta de que mañana trabajabas y que tenías que volver a casa si no querías que tu jefe te cortara el cuello, tuve que coger el coche y nos estuvimos riendo todo el camino a casa porque creíamos que la policía iba a descubrir que nos habíamos pasado un poco con el champagne. Quería matarte. Yo, tan cuadriculada y tan responsable. Tú, con la cabeza en las nubes y todas las fuerzas del mundo para amar. Qué raro era que estuviera perdidamente enamorada de ti cuando no nos parecíamos en nada. Aunque más raro fue que aun sabiendo que ibas a acabar chocando contra el muro, contra mi muro, quisieras besarme. Y no sé como acabé en tu portal, en ese portal, con los tacones en una mano y sujetándote la chaqueta para que encontraras las llaves. Y nos miráramos riendo, y de repente me acercara a ti y te besara. Sin pensarlo. Yo, que tengo que reflexionar hasta mis actos más mínimos. No sabía lo que era dejarse llevar hasta que te conocí a ti, a ti y a tu ilusión por la vida y por las pequeñas cosas. Me dejaba querer por ti porque me hacías sentir libre, pero yo no sabía que aquello a lo que jugamos tantas y tantas noches se llamaba amor. No lo supe hasta el primer día que tiré el paraguas en una esquina y fui mojándome hasta tu portal, esperé tres horas a que bajaras y aun así me fui corriendo para no ver que estabas llorando. O quizás fue para que no vieras tú que yo tenía sentimientos y que no era la lluvia lo que recorría mis mejillas, que tú eras mis sentimientos... ¿Te dije alguna vez que te quería? ¿Tú lo sabías, verdad? Juramos en silencio que yo no huiría si entendías que cuando te observaba por la mañana antes de que despertaras en realidad te estaba susurrando que quería despertar contigo mil veces más. Que cuando salías del trabajo y me encontrabas esperándote significaba que iría contigo donde hiciera falta, y que cada vez que te besaba con los ojos cerrados significaba que eras la cosa más bonita que me había pasado en la vida. Juramos que leerías entre mis líneas, juramos que yo me dejaría acariciar, besar y abrazar todos los días de mi vida si tú no me impedías que de vez en cuando me aislara en mis pensamientos, en mis tonterías. Pero nunca debí echarte, nunca debí dejar que te fueras, nunca debí anteponer la razón al corazón. Ése fue mi error. Yo quería que fueras feliz y tú querías que yo lo fuera. Y tú no podías ser feliz conmigo.

Ahora que vuelve a llover, me he saltado el semáforo y he aparcado en un vado. He tirado la cartera y he roto todo ese montón de informes, análisis y cosas aburridas de las que se construye mi vida. Me he bajado de los tacones y he vuelto a correr hacia tu portal. Otra vez. Aunque tú ni siquiera lo sepas ni lo vas a saber, porque la única cosa en la que nos parecíamos era que odiabas la lluvia tanto como yo, así que ahora debes haberte encerrado en tu casa. Pero yo me voy a quedar aquí, hasta que me digas sin palabras que realmente no podías ser feliz conmigo. Hasta que logre convencerme a mi misma otra vez de que conseguí hacerte feliz huyendo. No puedo dormir si sé que aún sueñas conmigo.



(Suelo escribir sobre mi misma, pero supongo que a veces lo que necesitamos es desconectar de la realidad. Por ningún motivo en concreto hoy me apetecía escribir sobre algo ajeno a mi. Pero sigue estando escrito desde el corazón. )