Abrí los ojos sólo para ver el agua que me rodeaba.
Luchaba por salir a la superfície pero no sabía exactamente hacia dónde tenía que nadar, porque de pronto, todo estaba oscuro. Me ahogaba, aunque podía respirar. Sentía el peso de las cadenas arrastrándome hasta el fondo, sin saber qué encontraría allí abajo.
Los fantasmas empezaron a rodearme e intenté despertarme de una vez por todas. Correr, gritar, pero no podía moverme. Las manos que me tendían su ayuda estaban a sólo un centímetro, aún así, cada vez que se acercaban demasiado me soltaba de ellas, las echaba fuera, esperando que se fueran a la vez que pedía que no dejaran de insistir.
Hasta que me di cuenta de que nadie podría sacarme de allí, porque había sido yo la que había nadado hasta el fondo.
Perdí la cuenta del tiempo que llevaba ahí abajo, porque a ratos se me olvidaba por qué quería salir.
"Que se acabe todo", pensé. "Es la única manera de volver a respirar". Y el camino era fácil, mi lado izquierdo me decía que tan sólo tenía que dar un paso, que si quería, estaba en mis manos dejar de sufrir. Mi lado derecho, el de la esperanza, el lado ingenuo, me susurraba que esperara un momento, que aún no.
Imágenes entremezcladas. Tú. Yo. Tu sonrisa. Tus últimas palabras. Ella. Los platos sin lavar. Nos besábamos. Nos peleábamos. Sus primeras palabras. Mi sonrisa. Vacío. Nuestra canción.
"Siempre te voy a querer", me decía.
"Es el momento de borrar todo esto", me contradecía.
Y siempre la misma frase. "No puedo".
"No podrás hasta que puedas".
Sentía cómo me tiraban de los brazos en direcciones opuestas. "Me vais a romper", pensaba.
"Ya estás rota", escuchaba.
Tienen razón. Lo he intentado muchas veces, pero parece que nunca es suficiente.
"Duérmete".
"Si te duermes quizás no despiertas".
"No quiero despertarme", les respondía. "Pero no quiero dormirme, porque cada vez que me duermo aparece en mis sueños, y luego cuando abro los ojos me doy cuenta de que ya no está. La realidad me golpea cada mañana y encuentro pedazos de mí esparcidos por el suelo. Se desvanecen, sé que no van a volver. Dime que algún día van a renacer y volveré a sentirme completamente entera".
"No puedo", me decía, "no puedo devolverte a tu forma original".
Y a veces, otra voz, que me gritaba desde arriba "¿No te das cuenta? Cada vez que vienes aquí acabas pensando en esto, todo vuelve al mismo punto de partida. Ven. Sube. Olvídalo."
Tenía razón, cada vez que algo me empujaba hacia abajo sentía la necesidad de castigarme para autocompadecerme. Quizás porque nadie más lo hacía por mi. Tenía ganas de estar sola, de quedarme sola, de echar a todo el mundo de mi vida. "Así, si al final te quedas sola, sabrás que ha sido únicamente por tu culpa".
Quiero borrar los días. Quiero borrar mi estancia aquí. Esto está demasiado oscuro, y hace frío. He llegado aquí por mi propio pie.
Como si hubiera sido mi propia decisión.