viernes, 23 de enero de 2015

Sin tus dosis.

Me he dado cuenta de que te busco todo el rato. Incluso en las cosas más pequeñas, en las tardes tontas tiradas en un bar, en compartir mi cigarro contigo, en pedir una cerveza en vez de dos. Echo de menos reservarte tu silla, sentarme a tu lado, que me beses por la espalda y se me cierren los ojos. Que me quede tocándome los labios y sonriendo como una idiota porque también llevas toda la tarde queriendo besarme. Que la gente me hable en plural, que rías conmigo, que me alegres el día poniéndole los ojos en blanco a mis tonterías. No quiero volver a dormirme pensando "en otra cosa", ni volver a casa sin tus mariposas, que no nos cueste despedirnos, que no pegues la espalda a mi puerta y te susurre "cinco besos más y nos vamos". Echo de menos las miradas que guardabas sólo para mi, el tejado que fue testigo de las veces que estuve apunto de perder el control contigo, cuando mi piel enloquecía bajo tus huellas dactilares. Mi pelo echa de menos tus manos y los taxistas no disimulan para no sonreír ante el retrovisor, y el tiempo pasa más lento si no estás para acelerarme el corazón. Ya no sonrío en el espejo al ver mis mejillas sonrojadas y las manchas moradas en mi cuello, y ya no recuerdo cómo era oír que te encantaba y te encantaba estar conmigo. Qué mono más tonto para una droga tan efímera. Qué jodidamente insoportables son los días sin tus dosis, mientras me revuelvo en la cama como si así todo lo de afuera no existiera, intentando buscar cómo puedo convencerme de que nunca has estado aquí, de que nunca me has mirado como me has mirado.
"No sabes qué decir", me decías, cuando yo callaba sonrojada gritando que era muy mala para estas cosas. Y no lo era, pero me dejabas sin palabras. 
Menos ahora. Cuando echo la vista atrás y pienso como pude ser tan tonta de no ver que te quise cada minuto que pasé contigo. Que te quise sin quererlo y sin darme cuenta. Y que te sigo queriendo ahora que ya no puedo hacerlo.


lunes, 5 de enero de 2015

Duérmete.

Abrí los ojos sólo para ver el agua que me rodeaba.
Luchaba por salir a la superfície pero no sabía exactamente hacia dónde tenía que nadar, porque de pronto, todo estaba oscuro. Me ahogaba, aunque podía respirar. Sentía el peso de las cadenas arrastrándome hasta el fondo, sin saber qué encontraría allí abajo.
Los fantasmas empezaron a rodearme e intenté despertarme de una vez por todas. Correr, gritar, pero no podía moverme. Las manos que me tendían su ayuda estaban a sólo un centímetro, aún así, cada vez que se acercaban demasiado me soltaba de ellas, las echaba fuera, esperando que se fueran a la vez que pedía que no dejaran de insistir.
Hasta que me di cuenta de que nadie podría sacarme de allí, porque había sido yo la que había nadado hasta el fondo.
Perdí la cuenta del tiempo que llevaba ahí abajo, porque a ratos se me olvidaba por qué quería salir.
"Que se acabe todo", pensé. "Es la única manera de volver a respirar". Y el camino era fácil, mi lado izquierdo me decía que tan sólo tenía que dar un paso, que si quería, estaba en mis manos dejar de sufrir. Mi lado derecho, el de la esperanza, el lado ingenuo, me susurraba que esperara un momento, que aún no.

Imágenes entremezcladas. Tú. Yo. Tu sonrisa. Tus últimas palabras. Ella. Los platos sin lavar. Nos besábamos. Nos peleábamos. Sus primeras palabras. Mi sonrisa. Vacío. Nuestra canción.

"Siempre te voy a querer", me decía.
"Es el momento de borrar todo esto", me contradecía.

Y siempre la misma frase. "No puedo".
"No podrás hasta que puedas".

Sentía cómo me tiraban de los brazos en direcciones opuestas. "Me vais a romper", pensaba.
"Ya estás rota", escuchaba.

Tienen razón. Lo he intentado muchas veces, pero parece que nunca es suficiente.

"Duérmete".
"Si te duermes quizás no despiertas".
"No quiero despertarme", les respondía. "Pero no quiero dormirme, porque cada vez que me duermo aparece en mis sueños, y luego cuando abro los ojos me doy cuenta de que ya no está. La realidad me golpea cada mañana y encuentro pedazos de mí esparcidos por el suelo. Se desvanecen, sé que no van a volver. Dime que algún día van a renacer y volveré a sentirme completamente entera".

"No puedo", me decía, "no puedo devolverte a tu forma original".

Y a veces, otra voz, que me gritaba desde arriba "¿No te das cuenta? Cada vez que vienes aquí acabas pensando en esto, todo vuelve al mismo punto de partida. Ven. Sube. Olvídalo."

Tenía razón, cada vez que algo me empujaba hacia abajo sentía la necesidad de castigarme para autocompadecerme. Quizás porque nadie más lo hacía por mi. Tenía ganas de estar sola, de quedarme sola, de echar a todo el mundo de mi vida. "Así, si al final te quedas sola, sabrás que ha sido únicamente por tu culpa".

Quiero borrar los días. Quiero borrar mi estancia aquí. Esto está demasiado oscuro, y hace frío. He llegado aquí por mi propio pie.

Como si hubiera sido mi propia decisión.

domingo, 4 de enero de 2015

Hola,

te echo de menos.

De hecho, no te he escrito antes porque no me había dado cuenta hasta ahora. Te echo mucho de menos. Tengo un nudo en el estómago, donde antes volaban las mariposas que adiestraste a tu manera, y pienso en ti.

Echo de menos tu sonrisa. Y la manera en la que te reías de mi. Y cuando a veces estaba hablando, contándote una de esas mil historias sin sentido que siempre tengo preparadas en el bolsillo por si acaso, y tú no me escuchabas y me decías que estabas pensando en lo diferentes que éramos. Y yo me reía y te decía que me escucharas, que te estaba contando algo súper interesante. Y me dejabas terminar por cortesía, o porque te gustaba verme hablar emocionada.

Me acuerdo de cómo me cogías la mano para que no temblara, de cómo me hacías reír con tonterías, de la cara que ponías cuando algo te daba pena. De que me moría por comerte. Cuando nos despedíamos y no podía dejar de besarte, e intentaba evitar ponerte la mano en el corazón para saber si te estaba latiendo tan rápido como a mí. O cuando hablaba y me acariciabas sin que me lo esperara, y se me olvidaba qué estaba diciendo. Siempre decías que sabías como hacer que me callara, y quizás yo no paraba de hablar para que me besaras de nuevo.

Me acuerdo de la primera vez que te miré a los ojos y pensé "Elena, cuidado". Y sentí como saltaban todas mis alarmas mientras tú te encendías un cigarro, preguntándome qué me pasaba. Y yo ya entonces olía el miedo, y sacudía la cabeza. Yo, que odio hablar por teléfono y te llamaba borracha sólo para oír tu voz, y te pedía que me dijeras una y otra vez que tenías tantas ganas de verme como yo a ti. Y te colgaba sin avisar para no decirte que te quería, porque a veces me lo ponías muy difícil. Llegaba a mi casa pensando que me hacías la persona más feliz del mundo, justo cuando pensaba que no volvería a sentirme así nunca más.


Y mírame, ahora ya sabes lo que soy capaz de hacer en un segundo. Aún sigo pensando que lo hice volar todo por los aires. Explotamos y el impacto nos lanzó en direcciones opuestas, y te buscaba a ciegas. Quizás no quería darle más importancia, porque pensar que te había perdido era pensar que me importaba perderte, y yo no puedo permitirme volver a acostarme llorando por alguien. Por eso no lo hice.

Luché, y me apartaste, y cada vez que veía el frío en tus ojos se me colaba por dentro, haciéndome temblar. Quizás fui ingenua al pensar que me daba igual, al pensar que podría seguir viéndote sabiendo que ya no podría abrazarte en cualquier momento, o llamarte, o mandarte fotos estúpidas para que sonrieras. Pero ahora me doy cuenta.

Te echo mucho de menos. Y sé que si algun día lo sabes vas a huír corriendo.
No sé qué hacer para que vuelvas, para ver la sonrisa que guardabas para mí, para que me cojas de la mano y se me congelen los pensamientos.
Lo siento.
Y espero que tú lo sientas también.

Quizás nunca hicimos el amor y fue el amor el que nos hizo a nosotros. Y cuando te diste cuenta, para mí ya era demasiado tarde. Quizás seguiré mirándote cuando creo que no me ves, desde la otra punta de la habitación, esperando inconscientemente que vengas a mi lado y me hagas saber de algún modo que a ti también te da pena que nos miremos como si ya no nos conociéramos.