viernes, 23 de mayo de 2014

Debes ser magia.

Sabía que eras tú cuando te conocí. Quizás fue tu pelo, o tu sonrisa, o la manera en la que me mirabas. Sabía que, aún sin haberte visto antes, llevaba toda la vida echándote de menos. 
Te colaste dentro de mí a empujones, absorbiendo cada uno de los rincones de mi alma que seguían vacíos, llenando los espacios huecos y los que estaban rotos. Como si hubieras llegado en el momento preciso, para cicatrizar cada una de mis heridas con tus labios. Encerré tu recuerdo bajo llave, sin tener la capacidad de controlarlo en los momentos menos adecuados, y era entonces cuando asaltabas las dudas de las que se servía mi mente. Cuando llegabas de golpe, sin avisar, sin llamar, removiendo todo lo que encontrabas por el camino, rompiendo mis esquemas preestablecidos. 
Me enamoré de ti enmedio de una de tus sonrisas, y sin quererlo, te clavaste tan adentro que por más que lo intente no puedo arrancarte. 
Llegué sin mí, sin saberlo hasta que apareciste tú, y me fui contigo. Contigo en la cabeza, en el vacío de mi estómago, revolucionando todo aquello que encontrabas entre mis sueños.
Y yo pensé, qué suerte quién despierte entre tus brazos, quién haga que te sientas exactamente como yo me siento ahora, quién te haga enloquecer, y te baje la luna para subirte a ella de nuevo después de hacer el amor. 
Eso debe ser la suerte, pensé. Tú debes ser suerte. Debes ser magia.
Y yo encontrándola, en este rincón. 
Pero de qué sirve la magia si no estás tú.

jueves, 8 de mayo de 2014

Quizás fui yo.



Quizás me inventé yo la historia.
Quizás me inventé las fotos, las que serían instantáneas de todos nuestros viajes.
O las mil noches posteriores, las que vendrían después de la primera.
Quizás inventé los te quiero, porque esperaba oírlos con demasiada fuerza.
Y gasté los besos, los que nos dimos y los que quedaron aparcados, los que fueron a tiempo y los que llegaron demasiado tarde.
Y me deshice de tus abrazos, por querer quedarme atrapada en ellos demasiado tiempo.
Y no pude retenerte, por intentar ahogarte. O por soltarte antes de lo que quería.

Y no encontrarte.
Por perderte.

O quizás te inventé a ti.
Porque tú nunca fuiste tú.
Y sólo fuiste lo que yo creía, lo que yo imaginé.
Imaginé de más.
                         Y allí me quedé.
                                                  Imaginando.
Y así quedó todo.
                            Sin ser real.