martes, 30 de diciembre de 2014

Ha llegado el momento de despedirse, 2014.

Llega esta época y parece que todos nos volvemos locos para hacer un balance del año que dejamos atrás.
Creo que los años son como círculos, y en su cierre, nos está dando una nueva oportunidad para reescribir el resto de nuestra historia encima de nuestros errores pasados, dejando éstos debajo como una capa que nos aportará solamente experiencia y aprendizaje a la hora de tomar nuevas decisiones. Sé que el tiempo no deja de ser un vago concepto que intenta representar una línea contínua de hechos, pero si le ponemos principio y final, tenemos la sensación de que somos menos cobardes para emprender nuevos proyectos que disfrazamos de propósitos de año nuevo. Me gusta pensar que el 1 de Enero me trae la oportunidad de empezar una vida un poco menos parecida a la del 31 de Diciembre.

Este ha sido un año muy duro para mí. Lo he calificado varias veces como el peor año de mi vida, pero echando la vista atrás, también me doy cuenta de que nunca había aprendido tantas cosas como en estos 365 días.

Perdí a la persona que más me ha importado en toda mi vida, alguien con quién creía que me iba a comer el mundo y por quien hubiera estado dispuesta a matar y a morir. Supongo que cuando tienes 18 años y estás convencida de con quién quieres pasar el resto de tu vida, es difícil verse de repente en un escenario donde todos los planes que tenías se rompen totalmente y tienes que empezar a construir nuevos esquemas desde cero. He tardado un año entero en acostumbrarme a una perspectiva de vida sin esa persona. 

Fue algo que me rompió por dentro pero a la vez reabrió heridas muy antiguas que ni siquiera sabía que existían, e hizo que poco a poco fuera comprendiendo todo lo que me había pasado durante mucho tiempo. Hizo que entendiera por qué actúo como actúo y que supiera cómo podía controlarlo, que quería cambiarlo si quería. El pasado nunca es una opción para justificar lo hijos de puta que podemos llegar a ser.

Este año me di cuenta de que había sufrido demasiado durante un tiempo en que yo era demasiado pequeña para asimilarlo, aunque entonces pensara que tenía el mundo bajo mis pies. Comprendí que eso me había marcado para siempre. Yo intentaba quitarle hierro al asunto, cuando en verdad debía haberme parado y haber dicho "no tengo que pasar por esto sola". A pesar de todo, cuando te das cuenta de eso demasiado tarde, ya no hay nada que puedas hacer. He pasado muchas noches en blanco para darme cuenta de que no hay que darle más importancia de la que tiene al pasado, porque aún no tenemos la capacidad de viajar en el tiempo para cambiarlo. Y a día de hoy, no creo que lo hiciera si pudiera. Al fin y al cabo todo lo que he vivido es quien me ha hecho ser quien soy y estar donde estoy hoy. No podemos estar culpándonos constantemente de los errores que cometimos o los errores que cometieron otras personas, porque lo único que conseguimos es anular cualquier perspectiva de avanzar, de salir de un túnel donde ya no debemos estar. Porque ya no somos quienes éramos, y nunca es demasiado tarde para empezar de nuevo y decir "me equivoqué, se equivocaron conmigo, pero hoy es hoy, y quien yo sea mañana depende de esto".

Este año ha sido raro. Esta es la palabra para describirlo. Me han pasado muchas cosas, y al pensar en estos doce meses parece que haga una vida entera desde ese primer mes de Enero. En cierto modo, ha sido así. Ha sido un año muy largo, y tan dulce como amargo. Tengo ganas de enterrarlo pero también sé que ha sido un año que voy a recordar durante mucho tiempo.

Ahora llega una nueva etapa. Sé que las cosas no van a cambiar de un día para otro, sé que todo seguirá donde lo dejé el día antes. Que la gente que seguirá a mi lado será la misma, que las personas que no están hoy no van a estar, que pasaré toda la noche esperando que tú, quizás el regalo más bonito que me deja este 2014, te acuerdes de mi y me mandes el mensaje que me prometiste. Tú también me has enseñado muchísimo, y a ti debo darte las gracias porque sin quererlo, y a las puertas del 2015, has hecho que diera un paso gigante hacia adelante. Aunque no te tenga conmigo este nuevo año, has sido la gota definitiva que ha hecho que cerrara el círculo.

Así lo llamo, cierro el 2014 contenta. Porque dejo detrás de mi cosas que creía que me acompañarían toda la vida, y lo afronto con ilusión y con muchas ganas de volver a vivir de verdad, de reescribir recuerdos, de almacenar otros en una caja de la memoria que guardaré toda mi vida con mucho cariño, y de empezar historias nuevas. No ha sido un buen año, pero supongo que de otra manera nunca podría haber empezado este 2015 con estas ganas.

2014, ha llegado el momento de despedirse. No te guardo rencor. No nos veremos nunca más, pero ha sido un placer pasar estos 365 días contigo.

(Feliz año nuevo a todos )

viernes, 21 de noviembre de 2014

El asalto definitivo

Hoy he vuelto a soñar contigo, y me he asustado de mí misma.
Me asusta recordarlo todo tan nítidamente. Me asusta recordar cada detalle, como la mancha marrón de tu ojo izquierdo, o la manera en la que te caía el pelo, o la forma en la que escribías. Cómo se ajustaban tus brazos cuando andabas detrás de mi, y cómo sonreías cuando sabías que en ese momento era más tuya de lo que había sido de nadie nunca.
Te gustaba que te eligiera a ti, y yo siempre acababa haciéndolo porque parece que mi cuerpo se haya quedado atascado en tu magnetismo, y por más que lo intente, siempre encuentra una manera de llegar hacia ti. Que nos reencontremos entre calles sin nombre, que nos encontremos entre masas de gente, que acabe colgada a tu brazo sin saber qué clase de fuerza sobrenatural me ha llevado hasta allí.
Recuerdo las miradas de la gente, recuerdo sentirme culpable en cada una de ellas. Mirándome a los ojos como si fueran parte de mi consciencia, recordándome que no debería estar allí, recordándome que me vaya, que huya corriendo antes de que vuelvas a romperme el corazón.
Y yo, recuerdo girar la cabeza y sacudirlas, como siempre, haciendo caso omiso de lo que debo hacer para acabar haciendo lo que me da la gana, como siempre. Y así acabamos, Elena.

Pero sigo pensando si no valió la pena. Si me da igual, me da igual el dolor si conseguí sentirme viva cada puto segundo que pasé a tu lado. Recuerdo mirar a mi alrededor, envuelta en tu abrazo y pensar, ¿es esto lo que se siente cuando vuelves a la superfície después de tanto tiempo? ¿Es esto lo que se siente al volver a respirar? Y sí, era eso. Y aunque ni siquiera lo estaba viviendo, lo viví. Y eso fue lo peor. Ese fue el asalto definitivo.
Pensar si seguiría ahogándome el resto de mi vida, sin ti.
Pensar que ya no pensabas en mí.
Y sentir ese vacío en el lado izquierdo del pecho al que ya no estaba acostumbrada.

Son sueños, digo. Qué más da.
Pero cómo van a ser sueños si lo recuerdo todo perfectamente. Quizás estamos viviendo una vida paralela donde tú y yo no nos hemos separado. O quizás, me reúno contigo por las noches para que alguna parte hija de puta de mi subconsciente me torture con tu sonrisa, para que sepa que, pese a todo lo que ha venido después, cada milésima de segundo valió la pena.

Y que, pese a todo lo que ha venido después, seguiría eligiendo el camino equivocado en cada bifurcación si éste me llevara a ti.

viernes, 6 de junio de 2014

Carta a mi misma.

Piénsalo. Siempre has estado sola.
Naciste sola, y respiraste sola.
Empezaste a andar sobre tus propios pasos, y a hablar por tí misma. Estás hecha de los demás, pero todo lo que eres, lo has sido sola. 
Creciste poco a poco, sabiendo qué era eso de la amistad y del amor. Lo aprendiste y te caíste sola, porque te traicionaron, y te dejaron sola.
Y luego empezaste a ser como querías ser, a dejar atrás lo que querías olvidar. Siempre sola, aprendiendo de los demás pero tú sola. 
Piénsalo, en el fondo no eres más de lo que sientes, de lo que piensas, de lo que sueñas. Lo que has hecho y todo lo que te queda por hacer te hace ser quien eres. Y has llegado hasta aquí a partir de lo que has luchado. Siempre tienes que luchar a tu lado y contra ti misma.  Eres tu primer amor y tu peor enemigo. El blanco. El negro. La cruz. La cara. La suerte no depende de nadie más. 
Vivirás esperando a alguien, pero al final sólo te tendrás a ti. Eres la única persona que estará hasta el final de tus días.
Escúchame, te vas a traicionar, y te vas a hacer feliz, elegirás mal, y a veces bien, y y tropezarás mil veces con la misma piedra. Y depende de la piedra, a veces un millón. Pero al final del camino, por más que esperes, sólo estarás tú.
Tú eres el camino, escúchame, no estarás sola, pero eres lo único que siempre, siempre, siempre vas a tener. 
No puedes deshacerte de ti misma, aunque a veces quieras a hacerlo.

Y escúchame, mi querido yo, tienes que quererte, tienes que amarte por encima de todas las cosas. Porque las cosas, y las personas, desaparecen. Joder, esto ya lo has aprendido. 
Ama por encima de tus posibilidades pero, por favor querido yo, nunca te olvides de ti.

viernes, 23 de mayo de 2014

Debes ser magia.

Sabía que eras tú cuando te conocí. Quizás fue tu pelo, o tu sonrisa, o la manera en la que me mirabas. Sabía que, aún sin haberte visto antes, llevaba toda la vida echándote de menos. 
Te colaste dentro de mí a empujones, absorbiendo cada uno de los rincones de mi alma que seguían vacíos, llenando los espacios huecos y los que estaban rotos. Como si hubieras llegado en el momento preciso, para cicatrizar cada una de mis heridas con tus labios. Encerré tu recuerdo bajo llave, sin tener la capacidad de controlarlo en los momentos menos adecuados, y era entonces cuando asaltabas las dudas de las que se servía mi mente. Cuando llegabas de golpe, sin avisar, sin llamar, removiendo todo lo que encontrabas por el camino, rompiendo mis esquemas preestablecidos. 
Me enamoré de ti enmedio de una de tus sonrisas, y sin quererlo, te clavaste tan adentro que por más que lo intente no puedo arrancarte. 
Llegué sin mí, sin saberlo hasta que apareciste tú, y me fui contigo. Contigo en la cabeza, en el vacío de mi estómago, revolucionando todo aquello que encontrabas entre mis sueños.
Y yo pensé, qué suerte quién despierte entre tus brazos, quién haga que te sientas exactamente como yo me siento ahora, quién te haga enloquecer, y te baje la luna para subirte a ella de nuevo después de hacer el amor. 
Eso debe ser la suerte, pensé. Tú debes ser suerte. Debes ser magia.
Y yo encontrándola, en este rincón. 
Pero de qué sirve la magia si no estás tú.

jueves, 8 de mayo de 2014

Quizás fui yo.



Quizás me inventé yo la historia.
Quizás me inventé las fotos, las que serían instantáneas de todos nuestros viajes.
O las mil noches posteriores, las que vendrían después de la primera.
Quizás inventé los te quiero, porque esperaba oírlos con demasiada fuerza.
Y gasté los besos, los que nos dimos y los que quedaron aparcados, los que fueron a tiempo y los que llegaron demasiado tarde.
Y me deshice de tus abrazos, por querer quedarme atrapada en ellos demasiado tiempo.
Y no pude retenerte, por intentar ahogarte. O por soltarte antes de lo que quería.

Y no encontrarte.
Por perderte.

O quizás te inventé a ti.
Porque tú nunca fuiste tú.
Y sólo fuiste lo que yo creía, lo que yo imaginé.
Imaginé de más.
                         Y allí me quedé.
                                                  Imaginando.
Y así quedó todo.
                            Sin ser real.

sábado, 1 de febrero de 2014

Tú eras leyenda

Tú eras leyenda, y yo solo un cuento
y esperaba sentada en la acera cuando te vi pasar por primera vez;
y me hubiera perdido entre tus venas como si de callejones se trataran
para que me enseñaras el camino, para que me abrieras las puertas.

Te seguí con la mirada mientras seguías hacia adelante,
no me habías visto,
quizás porque acaparabas toda la luz de ese rincón.
La gente se giraba cuando pasabas, y tu ni siquiera te dabas cuenta
porque llorabas,
y aún sin conocerte, me rompiste el corazón.

¿Qué tenías que me hizo estremecer?
¿Qué brillaba en tus ojos que no me dejaba dormir?
Y adopté el insomnio como forma de vida hasta que te volví a ver.
En el mismo bar, sin la misma gente.
Y no pude evitarlo, porque no me importaba perder teniendo la posibilidad de ganarme tu sonrisa
( y tus buenos días).

Y al mirarnos se paró todo,
tú tsunami, y yo tormenta de arena
porque lo revolviste todo sin querer.
Me estrujaste el alma y me exprimiste
y te lo bebiste todo,
y me quedé quieta, con la boca seca.

Tú eras sol, y yo era luna,
pero aquella noche eras tú quien brillaba más de las dos
por eso te buscaba la sonrisa,
para que me alumbraras.

Y joder si me alumbraste,
me cegaste y tuve que seguir a tientas,
me habías ganado sin siquiera haberme tenido.
Y aún sin conocernos, me hubiera casado contigo.



jueves, 30 de enero de 2014

Eso se lo quedó ella

Perdóname.
No te quiero. 
No puedo quererte.
Ni ahora, ni mañana, ni la semana que viene.
Hace tiempo que he dejado de saber cómo se hace eso, cómo empiezas a imaginarte con otra persona en el sofá, cómo empiezas a mirar en otros ojos deseando no salir nunca de allí, cómo empiezas a sonreír cuando alguien te manda un mensaje... Y te muerdes el labio en el metro para que no piensen que ahí va otra tonta enamorada. 
Perdona que haya perdido la capacidad de volverme a enamorar. Ni siquiera yo sé como lo hice. 
Quizás me la dejé en un colchón, en un hotel de montaña, mientras ella miraba por la ventana y la nieve se reflejaba en sus ojos, y yo me reflejaba en su sonrisa, y no me hacía falta decir nada porque ya lo tenía todo. Quizás la olvidé entre sus abrazos, o en uno de los trenes infinitos donde arañaba el cristal de las ventanas para avanzar más rápido, y volver a verla en la estación. Y no corría hacia allí porque en realidad siempre he sido más tímida que nadie, pero me moría de ganas de besarla cada vez que me la imaginaba apoyada en esa pared. Quizás se me olvidó en alguno de esos trenes, o en el andén donde nos vimos por última vez, mezclada entre mis lágrimas y sus palabras. O seguramente se la llevó consigo, lejos, fuera de mi alcance, y la escondió para que cada noche yo viajara hasta allí a perderme entre sus labios.
Quiero que sepas algo, yo también me quedé allí. También se me llevó a mí. Me quedaron pedazos, me quedé a la mitad. Y medio corazón no puede latir, y menos este, que está estropeado de tantos parches. 
Así que ya sabes, te estoy hablando y ni siquiera estoy pensando en ti, y si me besaras, tampoco te estaría intentando besar a ti.
Huye de aquí, yo no puedo querer. 
A mi me marcó el destino y me quede así, viviendo a medias. Y quizás algun día se le escapan todas las cosas que se llevó, para que vuelvan a mi y yo vuelva a dormirme pensando en alguien. Y vuelva a sonreír y a tener esas ganas locas de volverme irracional.
Pero tú no lo entiendes porque no la has visto sonreír, ni la has visto despertar, ni la has visto querer, ni la has querido como jamás volverás a querer a nadie. Y no pretendo que lo entiendas, de hecho, ni siquiera quiero que lo hagas. Son mis recuerdos más íntimos, están guardados bajo llave en algún sitio, su vulnerabilidad y su gracia, la forma en la que me hacía reír y también llorar, todos los recuerdos que se escaparon dispersos para clavarme un nudo en el estómago al volver a ellos.
Yo ya no soy yo porque quise imaginarme de más, porque quise entregarle más de lo que podía soportar perder. Así que me he quedado sin nada y tú no tienes todo lo que me falta.


Eso se lo quedó ella... y ni siquiera yo sé cuando lo volveré a encontrar.

sábado, 18 de enero de 2014

La peor sensación del mundo

La peor sensación del mundo es sentirse completamente solo cuando estás rodeado de personas. Sentirse solo cuando estás con las únicas personas en las que confiarías, esos amigos que estan siempre a tu lado. Y de repente estás ahí y les ves reír, y por dentro piensas que tú no sabes cuando serás capaz de volverlo a hacer, y sientes envidia de que sus vidas parezcan tan fáciles... Y en casa igual, teniendo que esconderte para llorar, teniendo que morderte el labio cada vez que necesitas explotar porque sabes que una sola lágrima desencadenará otra bronca, otra pelea. Y sigues estando sola. Da igual los amigos que tengas, da igual la gente que te quiera, a veces sólo te puedes sentir solo porque sólo te tienes a ti mismo. Prefieres irte a la calle para mostrar lo que sientes, o tener que esconderte en el baño, en la cama, fingir que no pasa nada. Y piensas que nada tiene sentido porque ya nada lo tiene. Porque no lo tenía antes y ahora has perdido lo único que hacía que todo lo otro no importara. No eres feliz. No sabes si volverás a serlo algun día. Y tienes que seguir sonriendo y fingiendo que no pasa nada, que todo te da igual. Pero sí, la verdad es que ya todo te da igual. Crees que pase lo que pase no será peor que esto. Sólo deseas despertar cuando todo haya pasado. Porque lo peor de todo esto es la esperanza, esa hija de puta que te hace creer que todo volverá a ser como antes. Y una mierda. Será mejor que vaya asumiendo que no volveré a sentirme como si estuviera tocando el cielo nunca más.