Siento envidia de ella.
Envidia de que pueda levantarse, girarse y hacer algo tan sencillo como toparse con tu mirada. De que pueda andar por la calle a tu lado, apartarte ese mechón de la cara y sonrojarse si la miras más allá del tiempo permitido. Envidia de que pueda compartir contigo un helado, una habitación de hotel, un billete de avión y algo tan simple como un beso. Envidia de que pueda abrazarte durante un siglo y que no le digas nada, de que vea tu piel mojada al salir de la ducha, tu pelo enmarañado, tus ojos marrones casi verdes al acabar de despertarte. De que pueda dejarte las manchas del pintalabios rojo por el cuello, de que pueda ponerse tus camisetas si no encuentra tu pijama, de que te prepare el desayuno y te lo lleve a la cama y tú la mires con la sonrisa con la que me hechizaste a mí. Tengo envidia de cuando te pones sentimental y sé que piensas en ella, de cuando lloras y tus lágrimas las seca ella, de cuando no tienes ganas de levantarte de la cama y ella es la razón por la que lo haces. Envidia de que te toparas con sus ojos antes de que con mi sonrisa, envidia de que te enamoraras de sus manos antes que de mis caricias. Envidia de que quieras compartir todo lo que te queda a su lado y que ella sienta lo mismo y con tanta intensidad... Envidia de que le susurres al oído las cosas que nunca me dirás a mi y de que le jures promesas que no vas a romper, de que te pases domingos en el sofá planeando viajes que no voy a hacer contigo y viendo películas con las que no vas a llorar conmigo. Que no compartamos el calor de una manta, el calor del sol cuando se tumba a tu lado en la terraza, el calor de una cama deshecha.
Siento envidia de que ella viva contigo todo lo que no voy a vivir yo. Tengo envidia de que me haya robado los años más felices de mi vida.
Envidia de que te diga 'te quiero' cada día y yo te mire en la distancia y no sea capaz de decirte que no quiero no estar a tu lado.
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