Y sonríes. Sonríes como sólo tú sabes sonreír, y pones esa mirada que me gusta tanto, y te revuelves el pelo mientras buscas algo en los bolsillos.
Y de repente te cruzas con mis ojos, y me doy cuenta de que mis manos tiemblan, de que estoy temblando por dentro como una niña pequeña, que me encanta tenerte cerca y que me encanta mirarte. Porque me recuerda que sigo viva y que mi corazón no es sólo un músculo que se mueve por impulsos, me recuerdas que sale el Sol, y que se pueden sentir mariposas en el estómago sólo con cruzarte con una persona. No te quiero, pero te regalaría mi primera sonrisa del día. Y me quedo quieta y por dentro suplico que no te des cuenta de que he enrojecido, de que me estoy quemando por dentro, y que de repente siento como si tuviera diez años menos y me hago pequeña. Pequeña a tu lado, mientras tú sigues sonriendo y yo sigo derritiéndome ahí, justo a veinte centímetros de ti.
Y entonces te girarías, y nuestras miradas coincidirían en espacio y tiempo, y te darías cuenta de que tú también tienes cosas que regalarme y más de las que imaginas, y te acercarías, y me rozarías la piel, y te encenderías como yo. Y el silencio invadiría todo a nuestro alrededor, y mientras me seguirías mirando, poco a poco el mundo iría desapareciendo hasta convertirse en algo insignificante para nosotros dos. Y de repente, sin saber porqué, ni cómo ni en qué momento nos habríamos acercado tanto, juraría que estaría sintiendo tu aliento en mi piel. Tan cerca...
Sin embargo, sacas las manos de los bolsillos y me preguntas si tengo un cigarro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario