domingo, 4 de enero de 2015

Hola,

te echo de menos.

De hecho, no te he escrito antes porque no me había dado cuenta hasta ahora. Te echo mucho de menos. Tengo un nudo en el estómago, donde antes volaban las mariposas que adiestraste a tu manera, y pienso en ti.

Echo de menos tu sonrisa. Y la manera en la que te reías de mi. Y cuando a veces estaba hablando, contándote una de esas mil historias sin sentido que siempre tengo preparadas en el bolsillo por si acaso, y tú no me escuchabas y me decías que estabas pensando en lo diferentes que éramos. Y yo me reía y te decía que me escucharas, que te estaba contando algo súper interesante. Y me dejabas terminar por cortesía, o porque te gustaba verme hablar emocionada.

Me acuerdo de cómo me cogías la mano para que no temblara, de cómo me hacías reír con tonterías, de la cara que ponías cuando algo te daba pena. De que me moría por comerte. Cuando nos despedíamos y no podía dejar de besarte, e intentaba evitar ponerte la mano en el corazón para saber si te estaba latiendo tan rápido como a mí. O cuando hablaba y me acariciabas sin que me lo esperara, y se me olvidaba qué estaba diciendo. Siempre decías que sabías como hacer que me callara, y quizás yo no paraba de hablar para que me besaras de nuevo.

Me acuerdo de la primera vez que te miré a los ojos y pensé "Elena, cuidado". Y sentí como saltaban todas mis alarmas mientras tú te encendías un cigarro, preguntándome qué me pasaba. Y yo ya entonces olía el miedo, y sacudía la cabeza. Yo, que odio hablar por teléfono y te llamaba borracha sólo para oír tu voz, y te pedía que me dijeras una y otra vez que tenías tantas ganas de verme como yo a ti. Y te colgaba sin avisar para no decirte que te quería, porque a veces me lo ponías muy difícil. Llegaba a mi casa pensando que me hacías la persona más feliz del mundo, justo cuando pensaba que no volvería a sentirme así nunca más.


Y mírame, ahora ya sabes lo que soy capaz de hacer en un segundo. Aún sigo pensando que lo hice volar todo por los aires. Explotamos y el impacto nos lanzó en direcciones opuestas, y te buscaba a ciegas. Quizás no quería darle más importancia, porque pensar que te había perdido era pensar que me importaba perderte, y yo no puedo permitirme volver a acostarme llorando por alguien. Por eso no lo hice.

Luché, y me apartaste, y cada vez que veía el frío en tus ojos se me colaba por dentro, haciéndome temblar. Quizás fui ingenua al pensar que me daba igual, al pensar que podría seguir viéndote sabiendo que ya no podría abrazarte en cualquier momento, o llamarte, o mandarte fotos estúpidas para que sonrieras. Pero ahora me doy cuenta.

Te echo mucho de menos. Y sé que si algun día lo sabes vas a huír corriendo.
No sé qué hacer para que vuelvas, para ver la sonrisa que guardabas para mí, para que me cojas de la mano y se me congelen los pensamientos.
Lo siento.
Y espero que tú lo sientas también.

Quizás nunca hicimos el amor y fue el amor el que nos hizo a nosotros. Y cuando te diste cuenta, para mí ya era demasiado tarde. Quizás seguiré mirándote cuando creo que no me ves, desde la otra punta de la habitación, esperando inconscientemente que vengas a mi lado y me hagas saber de algún modo que a ti también te da pena que nos miremos como si ya no nos conociéramos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario