Una lágrima bajó por su mejilla a la velocidad de la mano que ahora mismo le atizaba la cara. Abrió los ojos sorprendida, mientras aún le quemaba la cara en el lugar donde hacía unos segundos le habían dado el golpe. Y entonces no fue capaz ni de llorar, corrió hacia su habitación, cogió su chaqueta y marchó en silencio, con el único sonido de las huellas de sus pasos rápidos en el suelo como banda sonora de su marcha. Llevaba algo de dinero en el bolsillo pero de pronto, se vio sola enmedio de la calle, la noche caía encima de sus hombros y ella sin darse cuenta, empezó a llorar. Y una persona se le cruzó por la mente. La única a la que quería ver, la única que quería que le abrazara hasta quedarse dormida y olvidarse de todo. Y echó a andar.
Pero cuando llegó a su puerta, no supo qué hacer, qué decir, como reaccionar. Tras media hora de dudas estúpidas, tocó el timbre con la mano temblorosa y esperó. Se le dibujó una sonrisa tonta en la cara cuando oyó su voz al otro lado del intérfono, y de pronto no supo que decir. Pidió que bajara y enseguida le tuvo enfrente, con las manos en los bolsillos y un interrogante dibujado en la cara.
-¿Que haces aquí?
-No tengo dónde ir.
Y dicho esto, se derrumbó entre sus brazos, y empezó a relatarle todo palabra por palabra, mientras su hombro quedaba mojado por todas las lágrimas que caían ahora sin freno alguno. Vio que cada vez más, la compasión se reflejaba en sus pupilas, y le tendió la mano para que pasara. Ella insistió en que no hacía falta que le ofreciera su casa, que simplemente con haber estado ahí ese momento, le había bastado. Pero ambos comprendieron que realmente, necesitaba quedarse allí, así que subieron hacia arriba, con las manos entrelazadas de manera casi inconsciente y llegaron a un salón amplio. Se tumbó en el sofá y se terminó de secar las lágrimas con la manga. La observaba desde la otra punta del salón. Y ella lo vio, y sonrió.
-No me mires así...
-¿Así como?
Se acercó, sin apartar la vista de sus ojos azules, con una sonrisa torcida en la boca.
-Pues así.
-¿Porqué?
-Porque me pongo nerviosa.
Con un dedo le rozó el cuello y sin querer, ella soltó un suspiro. Luego, su mano aterrizó encima de la suya y se acercó, se acercó cada vez un poco más, manteniendo la vista en sus ojos. Bajó la vista y deseó con todas sus fuerzas que el corazón no le estallara en ese momento, pensaba que los latidos retumbarían por las paredes de la casa pero parecía que ni siquiera se daba cuenta. Un centímetro más.
-Salva tu la distancia que nos separa.
No podía, no debía, pero se moría por hacerlo. Así que se acercó, y esta vez la distancia entre ambos labios se volvió invisible.
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