miércoles, 6 de julio de 2011

Por eso vine a hablarte.

Te estaba hablando a ti, pero por una vez... no me has oído. Quizás he sido yo que no he pronunciado lo suficientemente alto como para que me oyeras, quizás por eso no has entendido todo lo que intentaba decirte entre líneas. Empecé contándote que las cosas me van bien, que todo sigue como siempre y que de vez en cuando sigue lloviendo en mi azotea. ¿Te acuerdas? Siempre me dejaba el paraguas y tenías que taparme con tu chaqueta negra, aunque me mojaba igual. Pero no te importaba, tu siempre querías que me sintiera segura a tu lado y en el 99% de las veces lo conseguías. Recuerdo una noche en que todo estaba oscuro, en que no veía nada y solo al darme la mano conseguiste que supiera el camino, casi por instinto, casi sin quererlo. Cuando sentía tu tacto sobre mí sabia como volver sobre mis pasos, sabía como avanzar a ciegas, sabía como guiarme por lugares en los que nunca había estado. Sabía todo eso porque tú estabas cerca, y con eso me bastaba.
Luego te miré a los ojos y no dije nada. Normalmente solíamos entendernos con solo una mirada, pero parece que ahora ya no sabes leer mis pensamientos. Lo sabías todo de mi, sabías leer el mapa de mi alma y con solo abrir una puerta, dabas salida a todas mis penas, a todos mis miedos, a todas las tonterías que me impedían ser feliz. En realidad, con solo entrar en mi vida ya conseguías desarmar mis malos días, con esa sonrisa, la sonrisa de buenos-días, la de buenas-noches, la de después de decirme que me querías, todas esas y alguna más que te reservabas para las ocasiones especiales, constituían el álbum de los recuerdos más felices de mi vida. Y recuerdo que me hacías tirar adelante.
Quizás después de esto vino un suspiro, quizás miré tus pies como siempre que no sabía que decir, o quizás simplemente se me encogió el corazón. No lo sé, tengo centenares de opciones más a sospesar. Siempre dijiste que te sorprendía, que nunca supiste por donde te iba a salir. Bien, quizás tambien hoy fue una de esas ocasiones. Pero no vas a recordarlo... ya no me recuerdas, ya no piensas en mi. Y yo sólo vine a decirte que te echo de menos. Que todo esto se está haciendo insoportable. Que estás demasiado lejos y que aunque te juré mil veces que nada iba a cambiar, todo está diferente. Las cosas han cambiado porque no te tengo, y porque no puedo dejar de mirar tu foto, de mirar tus llaves, de observar que el tiempo pasa en ese reloj de cocina tan feo que te empeñaste en comprar, y que veo que no vuelves. Debo esperar, lo sé. Que querías que fuera contigo, también lo sé. Pero duele tanto, duele más que cualquier cosa que hubiera podido imaginar. Y nadie lo sabe. Solo tú. Y sólo yo. En realidad, nadie supo nada nunca. Siempre fue un secreto a voces, pero nos daba igual porque yo sabía que nos queríamos más que nada en el mundo. Y los demás no importaban, los demás no existían porque cuando conoces a alguien tan especial que cambia el rumbo de tu vida, las demás cosas dejan de tener sentido.
Por eso vine a hablar contigo, pero no estabas. Hace demasiado tiempo que no estás y ya no sé como explicarte que no quiero seguir viviendo sin ti. Haz algo. Demuéstrame que sigues aquí.

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