... lo que podría haber sido el principio de una historia de amor. De esas que le pone los pelos de punta a la gente más sensible, con la que todos hemos soñado alguna vez. Yo también.
Bajé al andén poniéndome bien la chaqueta y cogiendo el móvil fuerte con la mano, con los ojos clavados en la pantallita que indicaba que el metro llegaría en apenas unos 15 segundos. Subí al vagón con prisa y me senté en el primer asiento que vi libre, la música retumbaba en mis auriculares tan fuerte que me hizo olvidar todo lo que tenía alrededor en cuestión de segundos.Cerré los ojos fuerte y te imaginé.
Te vi de pie, con tu sonrisa de los viernes, agarrando la maleta con la mano derecha y con los billetes en la otra, mirando el reloj y la puerta alternativamente de manera nerviosa. El corazón te latía con fuerza, como siempre que los nervios se apoderaban de ti y tu mano temblaba ligeramente. No lo sabías pero algo te decía que iba a venir, que llegaría justo a tiempo para sentarme a tu lado en el vagón 23. Yo estaba muerta de miedo mientras las lucecitas de las paradas iban iluminándose conforme el tren paraba, la gente subía y bajaba en un tránsito imparable y yo pensaba en ti. No hacía nada más que pensar en tu mirada. Llevaba demasiado tiempo atrapada en tus ojos, y sólo quería que el tiempo se detuviera y que tu recuerdo se hiciera de una vez real.
Entonces llegué. El cartel verde que anunciaba la estación se iluminó y las puertas se abrieron en un chasquido. La gente se empujaba por bajar y yo me levanté rápido. Entonces me di cuenta que estaba temblando, que tenía la mano cerrada en un puño y que mis piernas se habían quedado paralizadas. Que no quería bajar. Que no podía verte, que tenía demasiado miedo de encontrarme frente a ti y que se me cayera el mundo. Me quedé enfrente de la puerta, en esa lucha entre el pensar y el sentir, mientras mi corazón me intentaba empujar con toda sus fuerzas hacía fuera, pero yo no pude dar un paso. Controlé mis instintos sin saber muy bien porqué lo hacía y me quedé mirando el exterior sin ver nada, ahora a través del cristal frío de la ventana del vagón. Me moví, avanzábamos. Me iba, sin ti.
El fuego incandescente de tu huella había marcado mis ojos, y por eso la gente me miraba y se apartaban al pasar. El viento había secado mis lágrimas pero yo me sentía esparcida en mil pedazos por el suelo. Esa sensación de estar rota por dentro duele, y yo jamás lo había entendido hasta hoy. Andaba con la mirada fija en el suelo y creía verte en todas las esquinas. No podía quejarme, había dejado pasar la oportunidad de lo que podría haber significado el resto de mi vida. El resto de una vida a tu lado, compartiendo sábanas y secretos, lágrimas y sonrisas, compartiendo todo lo que tenía y todo lo que pudieras darme. Intento buscar una explicación y sigo sin entenderlo, pero algo me dijo que no iba a salir bien, y que tenía que quedarme con lo que éramos, sin pensar en lo que algún día podríamos llegar a ser.
Te juro que te quise como nadie va a quererte en este mundo, lo juro. Yo, que era tu princesa, la niña de los abrazos-que-te-hacen-seguir-adelante, la despistada que se dejaba las llaves en casa y tenías que esperarla en el portal, la de los besos amargos con sabor a sal, con la que tomabas los cafés más largos del mundo. Era yo, y eras tú. Y por eso éramos la mezcla perfecta que nos hacía especiales. Y ahora tú también has abandonado la estación, odiándome y odiando cada uno de mis abrazos, creyendo que te mentí en todo momento. Diciéndole una dirección inventada a un taxista sólo por dar vueltas y dejar de pensar. Y luego volverás a ese piso que huele a rosas, a mariposas en el estómago y a palabras de amor. A nosotros.
Te tumbarás en la cama y cerrarás los ojos, como yo. Y al despertar, habrá salido de nuevo el sol y mi mirada cruzará tu mente con un pinchazo en el pecho. Pero yo estaré esperando debajo de tu casa, con una rosa en la mano y mi sonrisa de pedir perdón. Con el corazón latiendo a mil por hora y esa ilusión en los ojos de las cosas nuevas que empiezan. Con cara de querer pasar el resto de mi vida a tu lado. Con cara de darte el beso más largo del mundo. Con cara de perderme entre tus brazos.
Con cara de saber lo que quiero, y con la certeza de que eres y siempre serás tú.
No hay comentarios:
Publicar un comentario