martes, 11 de octubre de 2011

Curiosidad.

Quizás es solo eso, curiosidad. Saber qué sería capaz de sentir con tus manos recorriendo mi columna vertebral de arriba abajo, con las yemas de tus dedos por cada centímetro de mi piel, dándome calor, recordándome que sigo viva. Puede que solo sea el hecho de que no pueda tenerte lo que haga que te imagine entre mis sábanas, atardeciendo un poco más tarde día a día y despertándote con tu sonrisa de cada mañana. Para que me observaras de lejos con los ojos entrecerrados y me sonrieras como sabes hacerlo, para matar mi corazón con solo esa mirada, dejarme tirada en la cama perdida entre el olor de tus recuerdos y el sonido de tu voz.
Sería tu risa, sería el olor de tu pelo, el tacto de tu cuello y tus dedos entrelazados en los míos, sería una historia de amor en 90 metros cuadrados. Intensa, inolvidable. De las que se agarran a tu corazón y no se sueltan, un secreto inconfesable para un sentimiento que es capaz de abarcarlo todo. Y después cruzaría esa puerta de metal y todo el mundo dejaría de girar a tu favor, las cosas volverían a ser tan sencillas como antes. Más fáciles, más estúpidamente aburridas y nada haría que mi estómago se revolviera como lo harías tú. Que buscaría excusas para verte, que me dibujarías sonrisas tontas en la cara, que me harías morir de amor.
Eso es lo que pienso, eso es lo que imagino mientras me limito a mirarte a los ojos y perderme en ellos. Mientras me recuerdo que no, que no puede ser. Que aunque la curiosidad que tenga por saber hasta donde llegaríamos, hasta donde serías capaz de hacerme sentir, no es suficiente. Que no puedo. Que hay barreras metafísicas que nos separan, barreras insalvables. Que me duele, que me jode mucho.
Pero que nuestra historia tiene que quedarse en eso. En miradas furtivas, en sonrisas robadas, en besos dados tres cm más a la derecha de lo que deberían, en recuerdos de algo que no existirá.
Esta será nuestra historia. Instantáneas de un tiempo imposible.

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