martes, 26 de abril de 2016

Despedidas

Me acordaría perfectamente del día en que me despedí definitivamente de ti si alguna vez lo hubiera hecho.

Me acuerdo de las noches escribiéndote, de los momentos en que tenía que borrar las frases y volver a construirlas porque con ninguna sabía expresar cómo se me estaba rompiendo el corazón exactamente.

Que intenté plasmar todas las grietas, y que intenté escribir porque me sangraba la voz al intentar hablarte.

Pensé en llamarte con un discurso elaborado que de nada hubiera servido porque, de nuevo, hubiera colgado sin decirte adiós, como si fuera esa la palabra maldita que no quería pronunciar por miedo a que se hiciera realidad.

Pasé demasiado tiempo ahuyentando la idea de no volver a verte nunca más, sabiendo que algún día tendría que toparme con ella de frente, y al pedirme explicaciones, tampoco sabría cómo responder. “¿Por qué te has negado todo este tiempo?” La felicidad no era esto. Pero para mí era inimaginable proyectar un futuro en el que no tenía cabida tu sonrisa, y prefería escudarme en los recuerdos porque todo lo que rodeaba a la realidad me parecía insuficiente.

Intenté escribir el documento definitivo una y otra vez, una declaración de intenciones que pusiera el punto y final a una historia que se había cerrado hacía demasiado tiempo, pero cuando tuve el valor para hacerlo, ya no tenía sentido.

Y ahora, mirando hacia atrás en una especie de retrospectiva emocional, comprendo que, sin darme cuenta, llegó el momento. El momento de decirte adiós con la cabeza y con el alma. Y que no vino acompañado de ninguna carta ni ningún mandato, que ni siquiera me di cuenta de cuándo dejé de pensar en ti, de cuándo dejé de desear que quién me besara fueras tú. No sé en qué punto exacto dejé de imaginarte por las noches, o de buscarte por las esquinas, ni de encontrarte entre mis sueños. Desapareciste poco a poco de mi vida sin necesidad de despedidas, y ahora afronto el pasado con la sonrisa en la mano y el corazón en su sitio de nuevo.

Porque también he aprendido que hay historias que no necesitan finales. Que el tiempo se encargará de cerrar las heridas en el momento preciso.

Me despedí de ti hace tiempo desde la verdad más absoluta. 
Cuando quise no era el momento, y ahora ya no lo necesito.

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