miércoles, 13 de abril de 2016

Hoy no sé en qué creer

Me gustaría, por un día, que alguien, algo, me dijera qué es lo que tengo que hacer y cómo lo tengo que hacer. Hoy no quiero arriesgarme, quiero apostar seguro.
Que me digan que lo intente mañana, que va a salir bien.

Ya lo sé, que la magia reside precisamente en este tipo de incertidumbre. Que las cosas más maravillosas son las que aparecen de la nada. Las que te despeinan el alma de un minuto para otro. Las que ves venir como un coche sin frenos sin que puedas hacer nada para pararlo.
Que se deben romper los corazones, que a veces hay que dejarse apedrear las ilusiones para aprender. Aprender lecciones que no están en ningún manual ni en ningún libro de texto. Que no hay directrices más sabias que las que se adquieren en la oscuridad. Que hay que dejarse inundar de ella para aprender a apreciar la luz. Y hay que llorar cincuenta veces para valorar que, la siguiente, ni dolerá tanto, ni te cogerá tan desprevenida.

Volvería a cometer todos mis errores porque sin ellos no sería quien soy, ni estaría donde estoy. Sin ellos no hubiera llegado aquí, ni hubiera conocido a ángeles con apariencia de personas con los que me he cruzado por el camino.

Pero ya he aprendido suficiente del dolor, y hoy no quiero arriesgarlo todo a una carta. No quiero correr el riesgo porque, por una vez, sí que me importa perder. Quizás esta vez prefiero vivir con el “¿y si?” que saber que la respuesta hubiera sido un no. Por una vez quiero culparme a mí por no haber hecho lo suficiente, aunque la duda me martirice todas las noches. No quiero conocer esos fantasmas porque prefiero pensar que si no sucedió fue porque no lo intenté a saber que no sucedió porque nunca fui lo suficiente.

No creo en el destino, pero hoy prefiero abrigarme debajo de esta cobarde excusa.

Será por miedo,
o porque por una vez

no quiero ser yo la valiente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario